Día 21, Marzo 26

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” –Mark 15:34

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor. Mateo 23.37-39

Como los profetas de Dios que vivieron cientos de años antes de Él, Jesús se lamenta de las acciones y actitudes de la nación de Israel, poniendo a Jerusalén como símbolo de su pueblo. Está expresando la traición que siente por el rechazo de su mensaje, no sólo durante su ministerio sino también a través de la historia. Repetidamente el pueblo de Israel ha rechazado o matado a los profetas y mensajeros de Dios y ha escogido su propio camino en vez de la senda que Dios les ha marcado. No obstante, qué tan seguido el pueblo de Israel le da la espalda a Jesús, Él está listo para extender sus alas protectoras sobre ellos.

La misma verdad aplica a todos nosotros también. Muchos pastores han notado la semejanza entre las rebeliones y desviaciones de los israelitas en el pasado, así como las rebeliones y desviaciones de los cristianos hoy en día. Isaías 53.6 lo expresa así: “ Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino.” Sin embargo, la historia no termina allí. ¡Aleluya! Como dice el final del versículo, “mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.” Somos peregrinos, es verdad, pero pertenecemos a un Dios que se rehúsa a abandonarnos. Celebremos a nuestro Dios quien nos atrae nuevamente a estar bajo sus alas.

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