Día 42, Abril 16

“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.” Lucas 23.46

El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. (Juan 15.6-8)

El filósofo griego Zenón es famoso por una serie de paradojas, una de las cuales tiene que ver con la percepción de la imposibilidad matemática de llegar a un destino. En este experimento mental, una persona que quiere viajar de un punto A a un punto B tiene que primero recorrer la mitad de la distancia. Una vez completada esa distancia, tiene que recorrer una mitad la distancia que queda y luego una mitad de esa distancia y así sucesivamente. Considerando que hay un número infinito de puntos entre punto A y punto B, este viajero podrá irse acercando a su destino pero nunca realmente llegará. Obviamente esta no es la manera como las cosas funcionan en la vida real, por consiguiente se considera una paradoja.

Este es un pequeño retrato de cómo nuestro  camino de formación espiritual debe ser. En nuestro camino hacia parecernos más a Jesucristo y al producir mucho fruto en el proceso, nos damos cuenta que nunca seremos verdaderamente una representación perfecta de Cristo en este mundo. Pero esto no quiere decir que nuestro caminar no nos acerca más a nuestro objetivo. Cuando llegamos a depender más y más de Cristo, confiar más profundamente en el Padre y oír aún más cercanamente la voz del Espíritu –mientras que el carácter interior de Cristo se forma más en nuestro propio carácter– nosotros estaremos reflejándolo más en nuestras vidas y en nuestro mundo. Nunca llegaremos al punto B pero podemos llegar muy cerca. Pasa tiempo analizando de dónde Dios te ha traído hasta ahora e invítalo a que te muestre la próxima etapa del camino por delante.

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