Día 45, Abril 19

“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.” –Lucas 23:46

Todo esto lo digo ahora que estoy con ustedes. Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho. Juan 14:25–26

Si se les hubiera dado la opción, los discípulos probablemente habrían escogido que Jesús permaneciera con ellos en lugar de irse y enviar al Espíritu Santo como su representante. Después de todo, Jesús era su amigo; lo conocían… lo amaban. El Espíritu Santo era alguien nuevo para ellos. Sin embargo, es el Espíritu Santo quien ha tenido el importante papel dentro de la iglesia de la formar al pueblo de Dios en los últimos 2.000 años. Cuando el Espíritu Santo llegó en lenguas de fuego durante Pentecostés, fuimos dotados de acceso directo e inmediato al padre, a un Consolador, a un Abogado, a un Consejero.

Pablo escribe en Filipenses 1:6 que él está “seguro de que Dios, quien comenzó la buena obra dentro de nosotros, la continuará hasta que finalmente la termine el día en que Cristo Jesús regrese.” Hay una profunda y duradera confianza en esta afirmación concerniente a la actividad de Dios en nuestra vida. Él está trabajando dentro de nosotros, incluso ahora, como una comunidad de personas y como individuos. La obra de la formación espiritual—el ser moldeados en la imagen de Cristo en nuestro mundo—sigue siendo nuestra responsabilidad, al menos en parte, pero nuestro trabajo se realiza en vínculo con el Espíritu Santo. Así, la llegada del Espíritu Santo marcó el comienzo de la presencia continua y activa de Dios y el trabajo de formación dentro de la vida de todos sus seguidores. ¿Cómo está obrando el Espíritu Santo en usted hoy? ¿Qué puede hacer para asociarse con él en esta buena obra?

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