Día 29, Abril 3

“Tengo sed.” –Juan 19:28

Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre. Lucas 4:1–2

Es muy fácil caer en la trampa de pensar que, ya que Jesús es plenamente Dios y plenamente hombre, cualquier dificultad que enfrentó cayó directamente sobre los hombros de su naturaleza divina en lugar de su naturaleza humana. No sólo esa idea tergiversa la naturaleza de quién es Jesús—Jesús no podría ser plenamente hombre si él fuera capaz de poner su humanidad de lado para dar lugar a su divinidad—también está completamente equivocada. Jesús “tuvo mucha hambre” mientras ayunaba durante 40 días, lo cual es una sensación muy humana. Durante este tiempo, también fue tentado por el diablo. Sin embargo, a pesar de que su estómago vacío probablemente lo hacía más susceptible a la tentación, él nunca cayó.

Aunque tal vez no sea tan extremo como ser tentado por el diablo mientras ayuna en el desierto por 40 días, hay situaciones en las que muchos de nosotros no salimos ni la mitad de bien librados. Para algunos de nosotros, todo lo que hace falta es un par de noches de mal sueño, un dolor de cabeza fuerte, o dolor en el dedo meñique y estamos listos para correr a cualquier tentación que nos ofrezca alivio o distracción. Afortunadamente, como un equipo de amateur que es entrenado por un ex medallista olímpico, en Cristo tenemos a alguien que nos puede guiar por su experiencia y ayudarnos a atravesar el desierto de la tentación sin sufrir daños. Ponga atención a su corazón, actitudes y acciones. Ponga cuidado especial en esos momentos en los que es más propenso a caer presa de la tentación debido al hambre, el tráfico de horas pico u otras circunstancias que lo prueben Corra hacia Jesús buscando fortaleza cada vez que reconozca que va a necesitarla.

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