Día 30, Abril 4

“Tengo sed.” –Juan 19:28

Como tenía que pasar por Samaria, legó a un pueblo samaritano llamado Sicar, cerca del terreno que Jacob le había dado a su hijo José. Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se sentó junto al pozo. Era cerca del mediodía. Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar comida. En eso llegó a sacar agua una mujer de Samaria, y Jesús le dijo: —Dame un poco de agua. Juan 4:4–7

Durante un encuentro en el Monte Carmelo, donde el profeta Elías se enfrentó a 450 profetas de Baal para ver a quién respondería Dios, los profetas de Baal imploraron un día entero sin ningún éxito. En medio de todo esto, Elías dice: “—¡Griten más fuerte! —les decía—. Seguro que es un dios, pero tal vez esté meditando, o esté ocupado o de viaje. ¡A lo mejor se ha quedado dormido y hay que despertarlo!” (1 Reyes 18:27).

Nuestro Dios no duerme ni se cansa. Sin embargo, debido a que eligió formar parte de nuestro mundo al nacer de una mujer, Jesús se cansó de una larga caminata. Él sabía que él se cansaría, tendría hambre, sentiría dolor, y todo el resto de las sensaciones que sufrimos a diario, pero él todavía eligió nacer como un hombre. Él formó toda la creación de la nada en sólo seis días, pero eligió ser como nosotros para participar en nuestras experiencias, para compartir nuestro dolor y sufrimiento, nuestra alegría y deleite. Pase un tiempo en adoración, celebrando a Jesús por ser tanto Dios como hombre, dos naturalezas en una Persona. Por ello, él es el único sacrificio adecuado para nuestro pecado.

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