“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” –Lucas 23:34
Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: —Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces?
—No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta y siete veces—le contestó Jesús—. (Mateo 18:21-22 NVI)
Según Arthur Carr, “la regla rabínica era que nadie debería pedir perdón a su vecino más de tres veces”. Incluso hoy en día, en las culturas del Medio y del Cercano Oriente hay una inquietud con el número tres; se espera que cualquier invitación se extienda tres veces antes de que se acepte con entusiasmo. Cuando Pedro sugiere perdonar a otros siete veces, probablemente piensa que está siendo increíblemente generoso. Incluso es posible que eligiera siete veces porque en el antiguo mundo judío en el cual él vivió, el siete representaba la totalidad, pues Dios hizo toda la creación en seis días y descansó en el séptimo.
Jesús toma el número excesivamente generoso de Pedro y lo explota. Llevar un registro de cuántas veces usted perdona a alguien cuando el límite es de 490 tomaría un enorme esfuerzo. De una manera que resalta la ridícula tendencia que todos tenemos de cuantificar todo, Jesús está diciendo que no debemos hacer un seguimiento de los males que se han hecho contra nosotros. En lugar de perdonar hasta que—hasta el cuarto caso de maldad, hasta que me frustre, hasta que ya no sea conveniente para mí—Jesús nos está diciendo que perdonemos sin calificación.