Día 23, Marzo 28

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” –Mark 15:34

Había allí, junto a la puerta de las Ovejas, un estanque rodeado de cinco pórticos, cuyo nombre en arameo es Betzatá. En esos pórticos se hallaban tendidos muchos enfermos, ciegos, cojos y paralíticos. Entre ellos se encontraba un hombre inválido que llevaba enfermo treinta y ocho años. Cuando Jesús lo vio allí, tirado en el suelo, y se enteró de que ya tenía mucho tiempo de estar así, le preguntó: —¿Quieres quedar sano? Juan 5:2-6

Hubo una gran adaptación creativa que tuvo lugar entre la vida cotidiana durante la gran depresión. Cuando las mujeres se dieron cuenta de que los sacos de algodón en los que se vendía la harina podían ser reconfeccionados en otros artículos, muchas familias empezaron a vestir ropa hecha de sacos de harina. Cuando los molinos de harina notaron en esta tendencia, comenzaron a imprimir diseños en los sacos como un medio para alentar la compra de su producto sobre el de la competencia.

Incluso después de que los sacos de papel reemplazaron las versiones de algodón, la mentalidad que lo desencadenó—quien no malgasta no pasa necesidad—continuó prosperando en muchos de los que crecieron durante los años magros de la depresión. Incluso en las décadas más prósperas que siguieron, muchos de esa época continuaron sufriendo bajo la ansiedad que se derivó de años de carencia.

En lugar de vernos a nosotros mismos a través de los ojos de Dios, muchos de nosotros definimos nuestras identidades basadas en viejas heridas, y a menudo no queremos cambiar porque eso cambiaría la forma en que nos identificamos. Nos aferramos a lo que tenemos porque le tememos a la escasez. Mentimos porque sentimos la necesidad de ser aceptados. Somos controladores, alcohólicos, drogadictos, de temperamento corto, impacientes. Y Jesús viene a todos y nos pregunta: “¿Quieres ser sano?”

Invite al Espíritu Santo a hablar a su alma, no sólo para permitirle mostrarle cómo Dios los ve, sino también para señalar aquellas áreas en las que ha construido una imagen falsa de sí mismo que esté basada en una vieja herida. Pídele a Dios que empiece el proceso de sanar esa herida y que corrija la falsa imagen que tiene de usted mismo para alinearse más a la que él desea que tenga.

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