Día 26, Marzo 31—Sabbath

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” –Mark 15:34

Cada domingo durante esta temporada, dese permiso para reflexionar sobre todo lo que Dios le ha estado hablando a través de su palabra durante la semana anterior. Usando un salmo como el punto focal, aparte tiempo extendido con Dios para simplemente escuchar las maneras en que él está hablando y moviéndose en usted. El objetivo de esta pausa del sábado es permitir el espacio para el descanso, la meditación y para poner atención a su alma.

Salmos 22

Dios mío, Dios mío,
   ¿por qué me has abandonado?
Lejos estás para salvarme,
   lejos de mis palabras de lamento.
Dios mío, clamo de día y no me respondes;
   clamo de noche y no hallo reposo.

Pero tú eres santo, tú eres rey,
   ¡tú eres la alabanza de Israel!
En ti confiaron nuestros padres;
   confiaron, y tú los libraste;
a ti clamaron, y tú los salvaste;
   se apoyaron en ti, y no los defraudaste.

Pero yo, gusano soy y no hombre;
   la gente se burla de mí,
   el pueblo me desprecia.
Cuantos me ven, se ríen de mí;
   lanzan insultos, meneando la cabeza:
«Este confía en el Señor,
   ¡pues que el Señor lo ponga a salvo!
Ya que en él se deleita,
   ¡que sea él quien lo libre!»

Pero tú me sacaste del vientre materno;
   me hiciste reposar confiado
   en el regazo de mi madre.
Fui puesto a tu cuidado
   desde antes de nacer;
desde el vientre de mi madre
   mi Dios eres tú.
No te alejes de mí,
   porque la angustia está cerca
   y no hay nadie que me ayude.

Muchos toros me rodean;
   fuertes toros de Basán me cercan.
Contra mí abren sus fauces
   leones que rugen y desgarran a su presa.
Como agua he sido derramado;
   dislocados están todos mis huesos.
Mi corazón se ha vuelto como cera,
   y se derrite en mis entrañas.
Se ha secado mi vigor como una teja;
   la lengua se me pega al paladar.
   ¡Me has hundido en el polvo de la muerte!
Como perros de presa, me han rodeado;
   me ha cercado una banda de malvados;
   me han traspasado las manos y los pies.
Puedo contar todos mis huesos;
   con satisfacción perversa
   la gente se detiene a mirarme.
Se reparten entre ellos mis vestidos
   y sobre mi ropa echan suertes.

Pero tú, Señor, no te alejes;
   fuerza mía, ven pronto en mi auxilio.
Libra mi vida de la espada,
   mi preciosa vida del poder de esos perros.
Rescátame de la boca de los leones;
   sálvame de los cuernos de los toros.

Proclamaré tu nombre a mis hermanos;
   en medio de la congregación te alabaré.
¡Alaben al Señor los que le temen!
   ¡Hónrenlo, descendientes de Jacob!
   ¡Venérenlo, descendientes de Israel!
Porque él no desprecia ni tiene en poco
   el sufrimiento del pobre;
no esconde de él su rostro,
   sino que lo escucha cuando a él clama.

Tú inspiras mi alabanza en la gran asamblea;
   ante los que te temen cumpliré mis promesas.
Comerán los pobres y se saciarán;
   alabarán al Señor quienes lo buscan;
   ¡que su corazón viva para siempre!
Se acordarán del Señor y se volverán a él
   todos los confines de la tierra;
   ante él se postrarán
   todas las familias de las naciones,
porque del Señor es el reino;
   él gobierna sobre las naciones.

Festejarán y adorarán todos los ricos de la tierra;
   ante él se postrarán todos los que bajan al polvo,
   los que no pueden conservar su vida.
La posteridad le servirá
   del Señor se hablará a las generaciones futuras.
A un pueblo que aún no ha nacido
   se le dirá que Dios hizo justicia.

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