Día 36, Abril 10

“Consumado es.” –Juan 19:30

Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. (Marcos 2.8-11)

Cuando Jesús le dijo al hombre paralítico que sus pecados eran perdonados, los maestros de la ley religiosa que estaban presentes se escandalizaron. De acuerdo con la ley de Moisés, el perdón de los pecados sólo era posible a través del derramamiento de sangre como sacrificio, y que sólo Dios podía brindar el perdón. En la mente de estos maestros, o Jesús estaba reclamando un poder que sólo le pertenecía a Dios o peor aún, Jesús decía que era Dios mismo. Para ellos, ambas declaraciones no solamente eran blasfemias sino también eran imposibilidades.

Para probar que lo imposible efectivamente había llegado a suceder — que Él era Dios viviendo entre ellos — Jesús realizó una hazaña imposible: sanó a un hombre de su parálisis, permitiéndole caminar. Esta es la primera vez en su ministerio que apenas estaba comenzando en el libro de Marcos que Cristo explícitamente declara su naturaleza divina. Él todavía realiza hazañas imposibles en el día de hoy. La más grande de ellas es cuando sana nuestras almas a través de la salvación. Cada vez que oramos por alguien para que sea sanado de su pecado, una enfermedad o dolencia, estamos invitando a Dios a realizar este tipo de milagro. Pasa tiempo en intercesión por tus amigos y seres queridos que están lejos de Dios, enfermos, frágiles o en necesidad de sanidad.

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