Día 44, Abril 18

“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.” –Lucas 23:46

Mientras comían, Jesús tomó pan y lo bendijo. Luego lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciéndoles:

—Tomen y coman; esto es mi cuerpo. Después tomó la copa, dio gracias, y se la ofreció diciéndoles:

—Beban de ella todos ustedes. Esto es mi sangre del pacto, que es derramada por muchos para el perdón de pecados. (Juan 15:6–8)

Muchas madres han reprendido a su shijos por comer comida chatarra declarando: “tú eres lo que comes.” A pesar de que con esto están tratando de alentar el consumo de alimentos saludables para promover un cuerpo sano, una manera más precisa de decirlo sería, “lo que comes se convierte en parte de lo que eres.” La replicación celular dentro del cuerpo, donde se forman nuevas células para reemplazar las células moribundas, es un proceso normal que es alimentado por el oxígeno que respiras, el agua que bebes y, sobre todo, los alimentos que comes. Los bloques de construcción de estas nuevas células provienen directamente de los nutrientes dentro de su alimento.

Cuando Jesús usa las imágenes de comer su cuerpo y beber su sangre, él nos está invitando a tomar sus enseñanzas, su ejemplo, su muerte y resurrección, como nuestras. El erudito del Nuevo Testamento, Leon Morris, dice que este lenguaje de Jesús acerca de comer su cuerpo y beber su sangre parece ser “una manera muy gráfica de decir que [debemos] llevar a Cristo a [nuestro] ser más íntimo.” Cuando tomamos parte en la comunión—bebiendo la copa y comiendo el pan—no sólo estamos “anunciando la muerte del Señor”, como escribe Pablo en 1 Corintios 11:26, también estamos proclamando la morada del Espíritu Santo dentro de nosotros. Cada vez que partas el pan, invita al Espíritu Santo a que siga haciendo de ti su morada y forme a la imagen de Jesús en ti.

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