Día 14, Marzo 19

“Mujer, he ahí tu hijo…. He ahí tu madre. –Juan 19:26–27

Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese.  Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese. Juan 17.1-5

En su carta a los colosenses, Pablo describe a Jesús como “el primogénito de toda creación” (1.15). Pablo no quería decir que Jesús fue el primer ser creado — porque Jesús, siendo Dios, no fue creado y no tiene principio ni final — pero en cambio Jesús tiene la autoridad sobre toda creación, igual a un hijo primogénito a quien le pertenece autoridad, en el nombre de su padre, sobre toda la familia. Jesús es también el primogénito en otro sentido. Sirve como recordatorio de la décima plaga en Egipto donde Dios mató a los hijos primogénitos con la excepción de aquellos que eran protegidos bajo la sangre del cordero sacrificial. La ley mosaica requería que todos los hijos primogénitos y los primogénitos machos del ganado fueran dedicados a Dios como sacrificios aunque el hijo primogénito siempre era redimido por el Señor al presentar un cordero o un macho cabrío joven en su lugar.

Como el primogénito de toda la creación, Jesús tiene toda la autoridad en su poderosa diestra y es el único sacrificio que pudo redimir este mundo y todos los que en él viven. Parecen ideas contradictorias pero la verdad es que revelan a un Dios que sirve al mundo al dejar su trono en los cielos voluntariamente para vivir una vida entre nosotros y morir una muerte sacrificial en una cruz. ¿Cómo puedes seguir los pasos de Cristo sirviendo a alguien hoy?

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